Diana Sánchez Mejía
Psicoterapeuta Infantil
05/05/2014
Muchas veces se habla de la estima en la persona,
cotidianamente conocida como “autoestima”, de manera indiscriminada y
equivocada. Seguramente has escuchado conversaciones en las que las personas se
describen a sí mismas como “alguien con alta o baja autoestima”, y seguramente
te habrás dado cuenta que, en dicha afirmación, los posibles significados que
adquiere la estima en la persona acaban por convertirse solamente en una
característica más para describirla.
Sin embargo, y a pesar de ello, la estima resulta ser de
suma importancia para la formación de la identidad puesto que de ella
dependerán un sin número de atributos personales asociados con la valoración y
apreciación personal, es decir, ella determinará en gran medida ‘lo que la
persona se dice a sí misma sobre sí misma’, como si fuera un diálogo interno
para validar los pensamientos, sentimientos y acciones de esa persona como
auténticos, agradables y satisfactorios o, al contrario, para generar una
sensación de inadecuación, frustración e incoherencia entre lo que se es y lo
que se desea o espera ser.
Visto desde aquí, los calificativos de alta o baja tendrían
poca razón de ser sobre algo que no es medible, sino simplemente construible y
percibido de manera distinta por cada persona, volviéndola un concepto flexible
y dinámico. Por lo tanto, la estima no se adquiere, no se consigue en algún
lugar o se obtiene en cantidades dosificadas de acuerdo a las propias necesidades,
ni siquiera es algo que surja del simple deseo de poseerla. (Aunque la
determinación e intención de tener una concepción positiva, o mejor dicho
satisfactoria, de sí misma es muy importante, no sólo depende del deseo la
posibilidad de “mejorar” o “decidir” el concepto en el que se tiene la propia
persona).
Estas ideas del concepto de la persona, la estima de la
persona, la aceptación y la competencia comienzan a forjarse en gran medida
desde la infancia, desde esta etapa de la vida en la que se es más receptiva,
en la que se dan las primeras y más
fuertes relaciones y los primeros y más fuertes vínculos afectivos, en la que
se traza un posible patrón para las futuras relaciones.
Por ello, todas las personas somos responsables del cuidado
y atención de las personas en esta etapa de la infancia, y jugamos un papel muy
importante ya que podemos favorecer el entorno y las relaciones con
experiencias que beneficien la construcción de dichas características de
identidad, con acciones y actitudes que nos acerquen a dicho fin. Pero ¿Cuáles
podrían ser dichas acciones y actitudes?
- Cubre las necesidades emocionales básicas de aprecio, aceptación, seguridad y pertenencia.
- Demuestra amor incondicional que no dependa de logros ni fracasos porque, esto último, hace que se forme la idea de que se es querible.
- Favorece la formación de experiencias de éxito que brinden la sensación de eficacia, motivación e iniciativa.
Valida de manera auténtica las emociones, ideas, aspiraciones y habilidades.
Recuerda que la estima se construye y desarrolla mezclando características personales, experiencias, circunstancias de vida y formas de relación con otras personas. Todas cumpliendo un papel igual de importante. Por eso resulta importante tomar en consideración lo anterior, y tratar de actuar acorde a las necesidades de cada persona, ya que esto será la principal guía para colaborar en el sano desarrollo de nuestra estima como personas.
Diana Sánchez Mejía
Psicoterapeuta Infantil
www.centroliber.com
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