Nayeli Reyes González
Psicoterapeuta
09/06/2014
Después del desarrollo que se da durante la infancia surge, como una
tormenta repentina, una diversidad de cambios en la etapa de la adolescencia.
Desde cambios corporales que lo asemejan a la de una persona adulta, hasta cambios
en su desarrollo que se potencia y brindan la posibilidad de imaginar y hacer
un sinfín de preguntas que giran en torno a la necesidad de saber quién soy. Es
en esta búsqueda de la propia identidad en la que se suele utilizar como
estandarte la palabra libertad y se irrumpe
en contra de los límites y las normas impuestas por el entorno y por las
personas que las rodean, ocasionando desacuerdos y conflictos familiares o lo
que se percibe como: ¡Rebeldía!
Existen diversas explicaciones con respecto al origen o intención que
cumplen los comportamientos rebeldes. Algunas ellas mencionan que pueden darse
de manera intencional o simplemente como una respuesta natural ante la
situación de vida, otras que son la manera en que las personas prueban sus
límites y desarrollan su propio código de normas, y otras que son acciones que
los llevarán a encontrarse con su identidad, autonomía e independencia y, en
consecuencia, la separación de los incomprendidos parámetros y estándares
familiares. También, se dice que el nivel de rebeldía con que actúa la persona
depende de la fuerza requerida para superar los lazos que le atan al núcleo
familiar y que le impiden ir en busca de su propio lugar en la sociedad, aunque
en muchas de las ocasiones a estas actitudes y conductas se les califica como
inapropiadas.
Si la rebeldía es causa de incomodidad y desacuerdo entre los miembros
de la familia ¿Cómo podemos hacer frente a estas conductas y comportamientos de
rebelión?
Acordemos las consecuencias de una actitud o comportamiento rebelde. Se recomienda que en conjunto se establezcan normas que regulen alguna actitud que se perciba como rebelde. Estas propuestas procurarán salvaguardar la integridad física y afectiva de la persona en la adolescencia sin castigos o amenazas que lo controlen. Puede ser de utilidad establecer un contrato de conductas que favorezca la resolución de conflictos, la negociación y el respeto de los acuerdos.
Mostremos seguridad y constancia. Es común que la persona en la adolescencia intente frecuentemente arremeter contra los límites para probando una y otra vez si la estructura familiar es rígida o flexible, por lo que debemos mostrar seguridad y actuar con constancia en lo que estamos haciendo, sin esperar aprobación.
Generemos espacios de confianza para la comunicación. La comunicación juega un papel muy valioso para evitar situaciones de riesgo y estimular la toma de decisiones más acertada, por lo que será de gran importancia procurar un ambiente de confianza y cercanía para favorecerla. La tolerancia hacia las conductas con las que se está en desacuerdo complementará dicho proceso, lo cual no significa que estas sean aprobadas, sino simplemente que se muestra aceptación hacia las formas individuales de comportamiento, sin estimularlo ni aceptarlo.
Acordemos las consecuencias de una actitud o comportamiento rebelde. Se recomienda que en conjunto se establezcan normas que regulen alguna actitud que se perciba como rebelde. Estas propuestas procurarán salvaguardar la integridad física y afectiva de la persona en la adolescencia sin castigos o amenazas que lo controlen. Puede ser de utilidad establecer un contrato de conductas que favorezca la resolución de conflictos, la negociación y el respeto de los acuerdos.
Mostremos seguridad y constancia. Es común que la persona en la adolescencia intente frecuentemente arremeter contra los límites para probando una y otra vez si la estructura familiar es rígida o flexible, por lo que debemos mostrar seguridad y actuar con constancia en lo que estamos haciendo, sin esperar aprobación.
Generemos espacios de confianza para la comunicación. La comunicación juega un papel muy valioso para evitar situaciones de riesgo y estimular la toma de decisiones más acertada, por lo que será de gran importancia procurar un ambiente de confianza y cercanía para favorecerla. La tolerancia hacia las conductas con las que se está en desacuerdo complementará dicho proceso, lo cual no significa que estas sean aprobadas, sino simplemente que se muestra aceptación hacia las formas individuales de comportamiento, sin estimularlo ni aceptarlo.
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