lunes, 11 de agosto de 2014

EL MITO DEL CUERPO FRAGMENTADO

Miguel Alejandro Espinosa Díaz
Psicoterapeuta y Sexólogo
11/08/2014 

“Mente y cuerpo sanos”, “entre el corazón y la razón”, “mis pies tienen flojera de moverse”, éstas y otras frases son muy comunes, nos hacen pensar en un cuerpo dividido, fragmentado.

¿Acaso la mente no es cuerpo y el cuerpo no es mente?  Seguro hay muchas personas que ahora mismo están respondiendo que son cosas distintas, pero esa percepción nos viene de la forma en que en occidente hemos aprendido a mirarnos, fragmentados. Por ejemplo, en la medicina, cada día se especializan más en “las partes”, tenido sus resultados y utilidades, más ello no quiere decir que la persona sea una suma de pedazos que en conjunto hace sistemas (ya lo dice aquella frase de la filosofía Gestalt «el todo, es más que la suma de sus partes»). Si somos más que esa suma ¿por qué seguimos viviéndonos en fragmentos?

El siguiente enunciado es una expresión mexicana muy común para referirse a casi cualquier malestar de la región  abdominal: “Me duele la panza”; ¿la panza? Seguramente, al mismo tiempo hay una baja de energía hay un desgano o sueño, seguidos de sudoración o variantes en la temperatura corporal, etc., en pocas palabras, hay una incomodidad generalizada. Así es, la respuesta corporal es total y no de un solo pedazo, y  yendo más allá, ésta está acompañada también de una respuesta emotiva e ideaciones referentes a la vivencia que se experimenta, que además  tiene que ver con algo ocurrido en el ambiente y la manera en cómo nos hemos relacionado con ello (supongamos un coraje porque alguien o algo no sucedió como deseábamos).

Siguiendo con esta expresión mexicana, al fragmentar la experiencia y focalizarla únicamente en “la panza”, acostumbramos a tomar una pastilla y ¡listo! Vaya situación, luego de toda una experiencia de la cual pudimos salir enriquecidos, aprendiendo más del vivir y la vida, nada, no hay tiempo, no importa ya, “solo fue un dolor de panza”, y seguimos con el ritmo apresurado sin abrir un espacio para darnos cuenta y reflexionar sobre lo que nos ocurrió, como si eso no tuviera nada que ver con nosotros o con nosotras. Por ende, no vale la pena detenerse un poco a mirar con atención, cuáles fueron las posibles causas y cómo fue la manera en que respondimos ante esta situación que, por mínima que parezca, resulta un estado crítico para nuestra corporeidad.

Si aprendiéramos a miranos más allá de las suma de nuestras partes es probable que logremos ampliar nuestra consciencia de nosotros mismos o nosotras mismas, como también de las formas en que nos relacionamos con el mundo y con las otras personas. Quizá nos pudiéramos dar cuenta de que nuestros órganos y sistemas no están aislados unos de otros y, seguramente, hablaríamos más del cómo vivimos nosotros y nosotras las experiencias que del cómo únicamente las pequeñas porciones de nuestros cuerpo a veces reflejan con mayor fuerza. Si fuera así, seguramente nuestra responsabilidad iría más allá de tomar medicamentos en tiempo y forma para aliviar nuestro malestar (cosa igual de importante).

Focalizarnos en un aspecto es solo una manera de pensar que resulta útil en occidente, especialmente dentro de las visiones médicas, porque en oriente la mirada es distinta, ni más ni menos válida, solo distinta, pero, más allá de estas áreas profesionales, las personas podríamos mirarnos de formas más amplias y sacar ventaja también de ello, pues nos devuelve nuestra responsabilidad.


Nuestra especie, en su singularidad, es un ser en relación, es un todo. Podemos mirarnos sin pensarnos divididos o fragmentados, eso solo es un mito.

Miguel Alejandro Espinosa Díaz
Psicoterapeuta y Sexólogo
www.centroliber.com 


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